Follow if you please :)

domingo, 11 de mayo de 2014

Un manifiesto.


Modo cursi y latero: on. 

Mi nombre es Mura (mi pseudónimo en realidad), tengo 18 años, soy chilena y estudio antropología.
Esta es la historia, larga y muy tortuosa sobre cómo logré superar mis desórdenes alimenticios. Porque sí, el camino fue extremadamente difícil pero lo logré.
Ya no sufro el síndrome del atracón.
Ya no sufro de bulimia.
Ya no sufro de dismorfia corporal.
Ya no estoy obsesionada con la comida.
Pero por sobretodo ya no me odio, ni me torturo, ni me castigo,
por fin tengo una buena autoestima.



Desde el principio: la wanna

Las chiquillas que tienen blogs pro "ana" o "mia", o blogs tipo diarios de vida suelen poner advertencias para las wanna be. Una wannabe quiere ser "ana o mia", quiere "empezar con esto", quiere tomar "este estilo de vida", "usarlo para llegar su meta y luego dejarlo".
Quieren tomar estas enfermedades y utilizarlas para llegar a sus objetivos, pensando que efectivamente son instrumentos y tienen control sobre ellos. No es así.
El solo hecho de ver a una enfermedad como un instrumento es algo grave, si piensan así y pueden hacerlo, por favor busquen ayuda psicológica. Yo no lo hice.

Yo fui una wanna como cualquier otra. A mis 14 años, profundamente desorientada y deprimida, con
muy baja autoestima, un día decidí buscar tips para hacer dieta en internet. Pesaba 69 kilos y medía 1,61. Tenía resistencia a la insulina y ya había intentado bajar de peso antes, había ido al nutrición insta muchas veces pero no había logrado ser constante. En este punto yo ya era ansiosa, ya tenía síndrome del atracón, sólo porque no tenía acceso a la plata no me compraba toda comida chatarra del kiosco (cosa que sí hice más adelante).

Encontré una página web que estaba en contra de los blogs pro-Ana y pro-mia, donde los describían y contaban un poco sobre las personas que había detrás de ellos. Yo no tenía idea de que existían, así que sólo por curiosidad empecé a buscarlos. Y los encontré. Quedé impresionada. Habían ideas que nunca se me habían ocurrido para bajar de peso, me di cuenta de que sí se puede controlar lo que se come, noté la existencia de las calorías y de su relación con el peso: a menos calorías, menos peso.

Bajé 6 kilos en una semana. Mis amigas me admiraban, querían saber cómo lo hacía, me decían que era una ídola. Una ídola por haber bajado 6 kilos en una semana. Suena demencial, pero así era. 
Nunca bajé más que eso. Había días que comía 300 calorías, luego comía bolsas y bolsas de papas 
fritas con mis amigas, vomitaba una parte. Me sentía como una película, era como vivir al margen de la sanidad mental, y eso me atraía muchísimo. Por supuesto que tenía un blog, donde me comentaban y me apoyaban chicas que estaban en lo mismo que yo.

Habría matado por ser una de esas chicas blogger, que se desmayaban, se enfermaban a cada rato, habría matado por estar ojerosa, debilucha y en los huesos. La anorexia era mi norte, quería ser anoréxica y controlarlo al mismo tiempo. Y tener acceso a un poquito de ese "estilo de vida" me hacia feliz.

Yo era feliz. Distorsionadamente feliz.

Hasta que perdí el control. No pude seguir comiendo pocas calorías, se me acabo la fuerza de voluntad, entre al colegio de nuevo, y a los 9 meses más o menos volví a engordar. Y odié cada día mi reflejo, odié cómo engordaba. Soñaba con un día poder vencer a la comida y bajar todos esos malditos kilos que me agobiaban, soñaba con pesar 56 kilos (nótese, ni siquiera es un peso descabellado!!!).



La pausa: latencia de la obsesión.

Siguió pasando el tiempo, y yo engordaba más y más. Tuve un novio por más de un año. Terminar con él me dejo en depresión y con más kilos de los que tenía antes. Disfrazaba mi baja autoestima en intelectualidad. Fingía que estaba cómoda con mi cuerpo. Pero en cada foto que me sacaban la sonrisa falsa que ponía me hería profundamente: me recordaba cuán infeliz era.
Intentaba que mi imagen no opacara toda la suerte que tenía en la vida, una familia preocupada, educación, amigos, pero en el fondo, bieeeeeeeeeeeen en el fondo, la importancia que le asignaba a mi imagen entre mis pares era inmensa, nunca me había sentido cómoda, no conocía esa sensación, quería tenerla para mí. Con el tiempo me di cuenta de lo equivocada que estaba, pero todo a su momento...

El año 2012 me hice vegetariana (una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida), pero, en vez de comer más vegetales... Adivinen. Suplí toda la carne con azúcar y harinas. Y así fue como llegue pesar 68,5k para el viaje de mi vida: un viaje a Brasil con mis compañeros de colegio. No voy a entrar en detalles porque pueden imaginarse cómo fue ver a todas mis compañeras conformes consigo mismas en traje de baño, mientras yo seguía fingiendo mi auto-aceptación de "haber nacido para ser gorda". Y ojo, no hablamos de 30 kilos de sobrepeso, pero en mí, la exageración es algo esencial. 

No haber podido disfrutar mi viaje de estudio a concho por una burrada como estar flaca fue una tremenda decepción ¿hasta cuándo iba a seguir siendo floja si yo sabía todo lo que tenía que hacer para llegar a un nivel de comodidad? Yo sabía bajar de peso, sólo que no lo llevaba a cabo... A menos no todavía.



Obsesión: de saludable a ¿anoréxica?

Aquí es donde la historia se pone entretenida. Año 2013, cuarto medio (último de colegio), se venía 
la fiesta de graduación. Como siempre yo seguía soñando con estar flaca, con que toda la ropa que usara me quedara bien, con sentirme ligera y todas esas pavadas. Encontré entonces el blog de mi querida Taralynn McNitt. "Si ella pudo, estoy segura de que yo también voy a poder." El sueño de volverme fit and healthy se metió en mi cabeza. Empece a investigar, a comprar ropa deportiva, a informarme. Y así, una semana después de haber cumplido 18 años (otra fecha en la que me sentí incómoda con mi cuerpo, pero bueno, whatever) me levanté, y encontré la fuerza: logré motivarme y empezar a hacer pilates online (blogilates), empecé a comer limpio. 

Estaba tan, pero tan aburrida de torturarme todas las noches por lo mal que había comido, tan cansada de ser la amiga gorda de las niñas delgadas, agotada de que me juzgaran por mi cuerpo (porque sí, lo hacían silenciosamente), que entonces todo ese cansancio acumulado se convirtió en fuerza de voluntad. Cada decisión que tomaba apuntaba a mi salud, a mi sueño de dejar de atracarme, a mi sueño de poder hacer deporte cómodamente. Y empecé a lograrlo. En dos meses bajé cuatro kilos, haciendo deporte, sin comer harinas ni azúcar. Pero realmente no era saludable. 

Porque sí llegaba a salirme de la dieta... Vomitaba, era un instrumento de emergencia, simplemente "había que hacerlo" a veces. Esto pasaba por lo menos una vez cada tres semanas (que no es tanto, pero no por eso es sano xD). 

Si había bajado cuatro kilos... ¿Por qué no un poco más? ¿Por qué no crear un blog para mantenerme motivada? Yo me había alejado de este mundo, volver era como desempolvar todos los desórdenes alimenticios que tenía guardados. Eso fue exactamente lo que hice. 

Progresivamente me volvía más estricta. Dejé de salir con amigos por miedo a comer demás, todos de fiesta y yo encerrada en mi casa jugando pokémon, ese era el escenario. Empecé a saltarme la cena de vez en cuando, a salir a caminar sin desayunar para acelerar mi metabolismo. Funcionaba: estaba 
cada día más delgada y más podrida por dentro. Empecé a juzgar a las personas por cómo comían y 
por su contextura. Estaba haciendo lo que me habían hecho. Observaba a las mujeres que pasaban a mi alrededor, envidiándolas por cada detalle. Si no era el cuerpo era la sonrisa, si no era la sonrisa era la seguridad. Aunque estaba a menos de un kilo de mi meta soñada y más delgada que nunca, no pude disfrutarlo. Seguía buscando la perfección en otras personas para forzarme a seguir bajando de peso. 

Y chilenamente "la hice" fui a mi fiesta graduación con el vestido ajustado que me había comprado, viéndome bien (obviamente no me sentía así, pero como todos me lo decían yo lo creía), con un chiquillo lindo. Me emborraché, la pasé muy muy bien, lo había logrado. 

Pero como todo lo que sube tiene que bajar, al revés en este caso... Lo que más temía se hizo realidad.



Francia: engordando en París

No me gusta excusarme (de hecho tiendo a culparme por TODO, las personas que me conocen lo saben bien xD). Pero viajar a París, en invierno, quedarme en una casa que no era la mía donde no iba a poder comer como me gustaba, estudiar en un instituto lleno de estudiantes que comían cositas ricas todo el día... Evidentemente no iba a terminar bien en cuanto a kilos. 

Mi forma de comer era extremadamente restrictiva. Cero azúcar, cero grasas, sólo harinas integrales. Y de verdad era así. 

Entonces llegué a una casa donde las cenas podían ser sopa con fideos (blancos por supuesto) y porotos, después puré de papas con queso y un omelette frito, con más queso al lado, además de un pastel de postre. Era el anti-yo. xD. La desesperación no se hizo esperar, empece a hacer cosas locas, no desayunar (andaba casi desmayándome entre clases), trataba de caminar mucho al día, créanme: MUCHO. 

Al principio funcionó, pero el stress se fue acumulando... 
De repente en el espejo veía de nuevo a la misma niña gorda que soñaba con estar delgada. Piernas inmensas y cuerpo sin forma. La ropa me quedaba horrible, verme desnuda me daba vergüenza, tanta grasa veía, aunque mis manos sentían mis huesos de las caderas y más clavículas.
Conocí la dismorfia corporal de la que tanto había leído. Y nunca pensé que se sintiera tan escalofriante. Saber que los números dicen una cosa y el reflejo, tu mente, te dice otra absolutamente opuesta a la realidad, y absolutamente distorsionada, eso da mucho miedo. 
Y empecé a vivir por primera vez en mi vida el síndrome del atracón en toda su magnitud. Podía comerme tres snickers, chocolates y un muffin, luego llegar a cenar dos raciones de la cena que ya describí, para terminar comiéndome cinco porciones de cereales escondida en mi pieza. Sin vomitar.

Estaba absolutamente fuera de control. Subconscientemente quería engordar de una vez por todas: demostrarme una es más lo inepta que era, lo incapaz. Quería defraudarme otra vez, seguir autocastigándome. 

Tenía crisis de ansiedad, de pánico, había días que dormía más de 15 horas. Y cada día que despertaba me daba angustia levantarme para seguir viviendo e intentándolo. Me sentía fuera de la realidad y en una película.
Si eso no es depresión, por favor díganme qué es. XD

(No me malentiendan, estoy hablando sólo sobre mis desórdenes alimenticios, sigo pensando que mi experiencia en Francia ha sido una de las mejores de mi vida, y que ahí realmente pude conocerme)

Volví a Chile con 6 kilos más en mi cuerpo, y en Chile seguí engordando. Seguí dándome atracones, seguí torturándome, castigándome, estaba en un círculo vicioso. Para mí, que obtuve todo lo que había querido, y luego lo perdí, no había perdón. 

Y llegamos al corazón de esta larga y latera entrada.




La mentira y la promesa:

Mi nombre es Mura (mi pseudónimo en realidad), tengo 18 años, soy chilena y estudio antropología.

Esta es la historia de mis desórdenes alimenticios, de cómo llegué a donde estoy hoy, de cómo me enfermé, de cómo llegué a mi meta y nunca pude disfrutarla. 
De cómo empecé a juzgar a las personas tal como me habían juzgado a mí antes. De cómo me equivoqué, y volví a caer en lo mismo que tanto había odiado. 

De cómo temí perder todo el esfuerzo que había hecho, y cómo efectivamente lo perdí.

Lo siento si les molestó o las ofendió de algún modo, pero no, chicas. Todavía no supero mis desórdenes alimenticios. Sigo contando calorías y dándome atracones. Sigo soñando con estar delgada. Sigo torturándome mentalmente. El camino a la recuperación es muy largo y difícil, pero no por eso imposible.

Y porque me cansé de sufrir por todas estas burradas, de verdad quiero recuperarme. Quiero que mi estilo de vida sea el saludable desde toda perspectiva. Quiero hacer deporte y disfrutarlo, comer sano y poder darme un permitido semanal. Quiero que mi imagen me haga sentir cómoda y quiero poder ayudar a quienes hayan pasado por lo mismo que yo. Quiero que las sonrisas de mis fotos sean auténticas, quiero sanarme de esta enfermedad, sin importar cuánto me demore. 

Quiero que lo que escribí al inicio se está entrada, sea real algún día.

Porque sí, el camino será extremadamente difícil pero quiero lograrlo.
Quiero dejar de tener el síndrome del atracón.
Quiero dejar de pensar en la bulimia como una opción.
Quiero nunca volver a tener dismorfia corporal. 
Quiero que la comida deje de ser mi eterna obsesión.

Pero por sobretodo quiero dejar de odiarme, torturarme, castigarme, y tener una buena e incondicional autoestima.

Si otras personas han sido capaces... ¿Por qué yo no?

Tengo esperanza. Y en realidad si estoy en una posición tan "mala" ¿por qué no mejor enfocarme en cómo puedo salir de ella?

Creo que por primera vez en mucho, mucho tiempo, de verdad tengo ganas de quererme, y eso chiquillas, es mi primer paso hacia la verdadera recuperación. 


A las que me leyeron, muchas, muchas, gracias.
Por el apoyo, por el tiempo invertido, 
Les deseo lo mejor en sus vidas y proyectos <3,
Y por un buen tiempo me despido... 
Deséenme toda la suerte y determinación del mundo, 
Porque de verdad las voy a necesitar. 

Un abrazo y un beso gigante!!
Las quiere un montón, a pesar de la virtualidad y la distancia,
Una cursi y optimista (al fin carajo)
Mura. 

Gracias totales.