¿Cuándo será? Más adelante...

¿Cuántas veces nos hemos encontrado en esta situación? 

Hemos bajado un par de kilos, sabemos que estamos algo más delgadas e incluso gente nos lo ha dicho, pero nos sentimos igual, o incluso peor. Nos miramos al espejo, frustradas porque esos tres kilos que bajamos no han sido suficiente, sentimos que adelgazamos poco comparado con el esfuerzo que hemos hecho y nos dan ganas de mandar todo a mierda. 

Después empezamos a imaginar nuestro cuerpo soñado y situaciones idílicas relacionadas con eso. Una escena perfecta: un día en la playa con nuestras amigas bebiendo un jugo o una bebida light, riéndonos, sintiéndonos lindas, libres de nuestra propia condena, observadas por demás, admiradas. Parece un sueño. Y nos prometemos ese sueño: En tres meses más... 

Encontramos ropa hermosa que se ajusta a nuestros cuerpos. Me encanta este short corto. Me encanta este collar. Me encanta esta polera. ¿Cuándo la voy a usar? Más adelante. 

Más adelante. Este short con mi thigh gap, y sentimos felicidad al imaginar nuestras piernas. Este collar con mis clavículas marcadas, y sentimos la admiración de otros, no todos las tienen. Esta polera con mi nuevo cuerpo, entonces todo nos parece estable y hermoso, pero siempre relativo a un futuro. 

Un futuro que crearemos, se supone, cada día. Nada podrá sacarnos del camino, nada podrá detenernos, lo haremos casi con gusto, terribles inequívocas y absolutas. 

Pero la verdad es que el día a día no es así, y muchas veces caemos en el camino, nos damos un "recreo". Y seguimos soñando, y estos sueños se transforman en una auténtica tortura. Y la tortura en la condena. La condena a odiar lo que hacemos y lo que no hacemos.

Vivimos imaginando un futuro y así es como vamos perdiendo nuestro presente.